Me sedujo la
idea de pararme a pensar y pensando pensé que hay veces que mejor no pensar.
Así que dejé de hacerlo y me puse a hablar. Hablé en voz alta y dialogué
conmigo misma, pero en una réplica de mi voz escuché que hay veces que mejor no
hablar. Así que callé y me puse a observar. Miré en todas direcciones,
contemplé paisajes, lugares y horrores y entonces comprendí que hay veces que
mejor no observar. Así que dejé de hacerlo y me puse a soñar. Cerré los ojos,
abrí la mente y de una imagen a otra llegué hasta una pesadilla que todavía no
he podido borrar y desperté sabiendo que hay veces que mejor no soñar. Así que
decidí no hacerlo y me puse otra vez a pensar. Sin embargo, ahora ya sabía que
era mejor no pensar, pero elegí hacerlo porque pensé que pensando me evitaba
tener que hablar, mirar o soñar. Así que me entretuve pensando qué podía hacer
sin pensar y descubrí que mi cuerpo, sin ayuda intencionada, era capaz de
respirar. Respiré profundamente y al hacerlo noté que mis problemas encogían y
se diluían en el aire de mis pulmones, hasta salir flotando por mi boca al
espirar. Sentí una paz como hacía tiempo que no sentía y comprendí que siempre
es mejor continuar. Me sedujo la idea de pararme a pensar y pensando pensé que,
aunque hay veces que mejor no pensar, pensando descubres que vivir no es sólo
respirar.
Y es que Sucede Que Hoy pensé, luego existí, luego fui...
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