Vistas de página en total

domingo, 20 de noviembre de 2016

Perdonado

Crecer no es una tarea sencilla. A lo largo de los años tenemos avances, retrocesos, desilusiones, esperanzas y dolor. En este trayecto forzosamente existirán personas que nos lastimen, que nos nieguen aquello que deseamos, que no nos comprendan o incluso que nos traicionen. Todos sufrimos alguna vez por causa de otra persona. Ahora bien: ¿Qué sentimos por ese que nos dañó? ¿Somos capaces de olvidar la ofensa? ¿Sabemos perdonar?
Cuando una persona perdona a otra, anula sus malos sentimientos respecto al que le ha ofendido. El perdón es un acto de valentía para algunos o de debilidad para otros, pero lo cierto es que perdonar permite romper la relación de resentimiento y amargura que se había establecido entre nosotros y quien nos ha herido, voluntaria o involuntariamente.
El perdón, es la llave mágica que todos debemos encontrar para sanar cualquier tipo de relación. Es una expresión de amor hacia nosotros mismos y los demás. Perdonar no implica que te guste lo que estás viviendo, es liberarte de sentimientos de odio, rencor, envidia… liberándote de ellos, liberas a los demás, no los retienes en tu mente, dejas libre a esa persona que te ha herido.
El perdón es realmente un acto de amor a nosotros mismos porque cuando decidimos no perdonar, lo único que hacemos es estancarnos en emociones negativas. La falta de perdón nos ata a la otra persona o a la situación que no podemos olvidar y una y otra vez volvemos a recordar trayendo al presente nuestro dolor. Esto te hará mucho más a ti que a la otra persona, porque cargar con esos sentimientos donde quiera que vayas y con quien quiera que estés.
Recordemos que todos los pensamientos que tenemos van creando nuestro futuro, cada uno va creando su propia experiencia con las cosas que piensa y que dice. Cada vez que decidimos no perdonar, debemos recordar que el resentimiento es como tragar una cucharadita de veneno diaria, se va acumulando y nos daña. Por eso, para curarnos, debemos perdonar. Enviar luz y paz para que la luz y la paz regresen a nosotros.
Saber perdonar es pasar página ante una situación dolorosa, sin resentimiento. Es algo muy importante y de mucho valor espiritual. Cuántas veces una relación ha llegado a su fin por no brindar un sano perdón al ser que amamos.
Y si saber perdonar es importante, tanto o más lo es el saber pedir perdón cuando nos equivocamos. Muchas personas a pesar de la convicción de la falta cometida tienden a pensar que pedir perdón significa cobardía y hasta falta de personalidad.
La realidad es que si estamos seguros de haber cometido un error no debemos dudar jamás ofrecer disculpas al ser que hemos ofendido. Esto no significa que demostramos flaqueza sino más bien que tenemos sabiduría al momento de evaluar nuestros actos. Todos pasamos por ambas caras de una misma moneda.
Cómo podremos pedir perdón si no practicamos el saber perdonar. No quita meritos decir “Perdóname, me equivoqué” o contestar simplemente “Yo te perdono…”, pero ambas cosas hay que decirlas siempre desde el fondo del corazón porque sólo así encontraremos paz interior. Saber perdonar requiere estar dotado de una gran tolerancia y una apertura de mente. Es algo que enaltece y engrandece al ser que lo practica.
Algunos dirán ¿Por qué perdonar? Si perdonar no significa olvidar, tampoco significa que tengamos que comprender ni restar importancia a su error o a su ofensiva acción. Se trata más bien de hacer un favor al “culpable”, permitirle sentirse mejor y que pueda volver a empezar.
Amigos, perdonar no es anular, como si nada hubiera ocurrido; ni es olvidar, como si fuera posible una amnesia súbita; ni es no tenerlo en cuenta, ser imprudente y no aprender de la experiencia. No significa ser ni ciego ni ingenuo. Lo hecho, hecho está y no hay Dios que lo cambie.
Aprendamos a pedir perdón y a perdonar. Pero recordemos que no porque exista el perdón, la gente tiene derecho a dañarnos las veces que quiera